
En una
entrevista relató: "Desde pequeña escribía... Tomé en serio
el asunto cuando me vine a Managua a estudiar periodismo y
conocí al poeta Carlos Martínez Rivas, quien me alentó en mi
poesía y me enseñó muchas cosas. Fue él quien me dio a
conocer a los demás poetas...". Localizado este encuentro a
principios de 1964, a los meses aparecían sus primeros
poemas en La Prensa Literaria (6 de septiembre, 1964),
suplemento de la que fue colaboradora. También publicaba sus
poemas en Novedades Cultural.
Posteriormente
trabajó en el Banco Nacional y fue Directora de la
Biblioteca "Armando Joya Guillen" del Banco Central de
Nicaragua.
Luego de
años de silencio, participó en mayo de 2004 en el II
Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres "Mariana
Sansón" y resultó ganadora con el poemario
Poemas
de lo humano cotidiano,
editado en diciembre de 2004 por el sello ANIDE.
Muchacho,
tienes ojos para mirar
y no ves nada.
Ni aún lo temerario
que puso Eva alrededor de mí.
Muchacho,
tienes manos para tañer el arpa
o cuerpo hecho de mujer
o rodillas de niña.
Pero tus manos
son dos alas que vuelan.
Muchacho,
tu boca es un pozo
y ahogada estoy.
¿Tendré perdido acaso
de paso un pie en el
Paraíso?
Mi atadura es tu existencia
muchacho
alma de cántaro
que de tanto ir al agua
se rompe en cien.
Ten cuidado
porque corto es el
tiempo y nadie sabe
si mañana,
si pasado mañana,
si nunca.
ESA MUJER QUE PASA
¿Quién es esta mujer que pasa,
esta sombra,
esta noche?
¿Quién conoce su nombre?
¿Quién la nombra
del otro lado de la nada
para nada?
¿Quién es esta mujer que pasa
y no deja nada de sí?
Sólo su paso rueda en la noche.
Sólo su voz.
ESTO NO VOLVERA
El polvo de todos los veranos
ha pasado por mi puerta
me ha tocado, se ha marchado.
Esto no volverá.
La lluvia de todos los inviernos
cavó muy hondo junto a mi puerta.
Humedeció con furia mis cabellos,
enmoheció mis uñas y se marchó.
Esto no volverá.
Así el olvido de innumerables siglos
arrimará su sombra un día
junto a mi puerta
y yo estaré vencida.
Así el amor.
ELLOS TAMBIÉN
El mar que contemplamos.
La arena que pisamos.
Las huellas que borramos.
Los otros que vendrán
a contemplar el mar,
a borrar nuestras huellas,
ellos también
darán cuenta del agua,
de la sal,
de la dura sed que nos mató.
COMO RAMITA EN ABRIL
Frágil como una ramita en Abril
fue mi corazón.
Pero tú bien sabes que en estas lides
nunca ganó el más fuerte
sino el más atrevido.