Alfonso Cortés


Alfonso Cortés fue uno de los grandes poetas nicaragüenses del grupo post-modernista de León, su ciudad de origen; nació en 1893 y falleció en 1969. Fue un escritor precoz y estudió varios idiomas, que más tarde le permitirían publicar su traducción de poemas franceses, italianos e ingleses, titulado "Por extrañas lenguas". En Guatemala, obtuvo el Primer Premio de los Juegos Florales de Quezaltenango con su poema "La odisea del Istmo". En el año 1922, a pedido de la esposa del gran Rubén Darío, se alojó en la casa del poeta para recopilar sus poemas. Cinco años más tarde, Cortés perdió la razón, para nunca recuperarla; los médicos le diagnosticaron esquizofrenia.
Durante la primera etapa de su enfermedad, vivió en condiciones terribles, encadenado por su propia familia. Pero todo eso no lo detuvo, y su producción literaria continuó creciendo. De estos años data su famosa poesía "Ventana", cuyo título original fuera Un detalle. Los críticos dividen su obra en tres etapas: Alfonsina, Modernista y Mala. En este viaje, se distinguen poemas con fuertes ideas filosóficas y de un carácter oscuro y profundo, otros que agregan su propio toque al legado de Darío y aquellos con un carácter claramente racionalista y anti-dogmático.

Fuga de otoño


Aquí todo, hasta el tiempo se hace espacio.
En los viejos caminos nuestra voz yerra como olvido,
y un éter lleno recuerdos, se ha salido
de nosotros el alma, para vernos de lejos.

El cielo es como un fiel recuerdo de colores,
en que tú arremolinas, luz sonora, tus vientos;
la loca de la tarde hunde sus pensamientos
de luz, en la epidermis de seda de las flores.

Yo hilaré con el blanco vellón de los vesperos,
horas de amor sutiles, concisas y espaciosas
viendo venir las pálidas parejas amorosas
en la convalecencia feliz de los senderos.
 
 

Irrevocablemente

Por donde quiera que escudriña la mirada,
sólo encuentra los pálidos pantanos de la Nada;
flores marchitas, aves sin rumbo, nubes muertas...

Ya no abrió nunca el cielo ni
¡la tierra sus puertas!
Días de lasitud, desesperanza y tedio;
no hay más para la vida que el fúnebre remedio
de la muerte, no hay más, no hay más, no hay más
que caer como un punto negro y vago
en la onda lívida del lago,
para siempre jamás...


La canción del espacio


La distancia que hay de aquí a
una estrella que nunca ha existido
¡porque Dios no ha alcanzado a
pelllizcar tan lejos la piel de la
noche! Y pensar que todavía creamos
que es más grande o más
útil la paz mundial que la paz
de un solo salvaje...
Este afán de relatividad de
nuestra vida contemporánea —es
lo que da al espacio una importancia
que sólo está en nosotros, —
y quién sabe hasta cuándo aprenderemos
a vivir como los astros—
libres en medio de lo que es sin fin
y sin que nadie nos alimente.
La tierra no conoce los caminos
por donde a diario anda —y
más bien esos caminos son la
conciencia de la tierra... —Pero si
no es así, permítaseme hacer una
pregunta: —¿Tiempo, dónde estamos
tú y yo, yo que vivo en ti y
tú que no existes?